Sabía que Sofía solía acostarse tarde, sobre las
dos o las tres de la madrugada. Ella era una de esas personas afortunadas a las
que les bastan cuatro o cinco horas de sueño para estar al día siguiente como
una rosa. Estaría sentada en el sillón situado en un rincón del salón, justo al
lado de la ventana, leyendo con la ayuda de sus pequeñas gafas de pasta. Era
como si pudiera verla, como si estuviera a pocos metros de él. La imaginó con el
pelo recogido en una coleta, enfundada en su suave pijama veraniego y jugando
al mismo tiempo con sus pies desnudos, como hacía cada noche, como la había
visto hacer durante los años que vivieron bajo el mismo techo, absorta en las
páginas de algún libro que, por lo general, no le duraba entre las manos más de
cinco o seis noches; desde luego no recordaba haberla visto más de diez días
con el mismo ejemplar. Nunca se lo dijo, pero siempre había admirado la
disciplina con la que noche tras noche, evitando sucumbir al sueño, se sentaba
en aquel rincón que nunca quiso usurpar; ese era su refugio y jamás se le pasó
por la cabeza invadirlo, ni siquiera de forma momentánea.
Extracto de la novela SECRETOS BAJO LA HIERBA
Novela escrita por Juan José Marín
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